"Mi padre no era homofóbico, sólo hablaba de crímenes pasionales, se preocupaba por mi integridad o por mi vida y eso no estaba mal. Nos subíamos los dos al Ford Falcon y nos dirigíamos al último suburbio, al interior de la provincia, dejándonos cada vez más cerca de la costa donde no existía el asfalto y apenas había caminos de barro. La primera vez les dijo a ellas que quería enseñarme a manejar. (...)

Durante un tiempo no llegué a entender por qué necesitábamos alejarnos así para que me hiciera esas preguntas, si mi madre y mi hermana ya estaban al tanto de lo ocurrido.

Probablemente porque el contenido del interrogatorio no hubiera sido tolerado por las paredes prefabricadas de la casa: los obreros, los pescadores, las costureras y, principalmente, las que trabajaban en alguna tienda del centro podían enterarse."

"La novela de Daniel Tevini es honesta, brutal, en algún sentido, tierna y descarnada y propone una genealogía posible de los derechos conquistados: la memoria de quienes le pusieron el cuerpo a sus propias búsquedas y al abismo aterrador del fin de una era." Julián López